La mayoría de mujeres que invierten en emprendimientos lo hacen solas, y con montos de entre 6 y 12 mil dólares

·       Mujeres de distintos sectores y espacios laborales disertaron sobre la experiencia de ser inversoras ángel de startup

·       También se abordó sobre la relación entre la academia y la empresa al momento de innovar

Frente a los avances tecnológicos que permiten la creación de nuevas y más empresas para atender las necesidades de la población, también surge la necesidad de tener más inversionistas ángeles que permitan que los nuevos emprendimientos se posicionen, sostuvo Amparo de San José, managing director de la IESE Business School de la Universidad de Navarra, en el segundo día de actividades de la Semana Nacional de la Innovación.

Durante su participación en el panel “Las mujeres como inversionistas ángeles: retos y desafíos”, explicó que los inversionistas ángeles son aquellos que asumen su propio riesgo porque “invierten su propio capital financiando startup con un alto capital tecnológico antes de que sean visibles y atractivas para recibir fondos de capital de riesgo”.

En ese sentido, consideró que mientras más mujeres participen en actividades vinculadas a la innovación y desarrollo tecnológico existirán más oportunidades para que los emprendedores consigan financiamiento, puesto que “en la actualidad la mayoría de inversores ángeles son hombres que son directivos y/o provienen del sector empresarial”.

La especialista informó que, de acuerdo a estudios realizados en Europa en el 2018, los emprendimientos liderados por mujeres reciben la mitad de inversión que aquellos que son liderados por los hombres, pero después de cinco años tiene mayores ingresos acumulados en comparación al de los hombres. Añadió que la mayoría de las mujeres inversoras (47%) invierten entre 6 mil y 12 mil dólares en cada startup, lo cual indica que el riesgo que asumen es limitado, y solo el 11% invierte entre 24 mil y 6,6 millones de dólares.

Asimismo, entre las principales motivaciones que tienen para invertir figuran: apoyar a emprendedores y a nuevas empresas, hacer algo interesante y útil con su dinero; y estar al día con la tecnología y nuevas tendencias.

En tanto, Beatrice Avolio del Comité Pro Mujer en CTI del Concytec, quien participó como panelista, consideró que es necesario reforzar “el capital social, la independencia económica y la experiencia en emprendimientos” de las mujeres, puesto que si bien están presentes en el mundo laboral “aún falta mejorar la calidad del empleo y que tengan acceso a posiciones de mayor responsabilidad”.

Por su parte, Luz Paucar, investigadora de la Universidad Nacional del Santa de Chimbote y Premio Nacional “Por las Mujeres en la Ciencia 2018”, destacó que pudo realizar sus estudios de especialización y avanzar en sus investigaciones gracias al financiamiento otorgado por el Concytec. Asimismo, destacó que en Brasil, adonde viajó a estudiar su doctorado en Tecnología de Alimentos, son las empresas las que financian las publicaciones científicas y “esa misma situación debería darse en nuestro país”.

 

Acercar a la empresa con el mundo académico

El segundo panel de la jornada de plenarias de la Semana Nacional de la Innovación , titulado El desafío del cambio universidad-empresa”, comenzó con la presentación de la expositora española Dra. Victoria Galán-Muros, consultora internacional en gestión de educación superior, vinculación con la empresa, innovación y emprendimiento de la Organisation for Economic Co-operation and Development (OECD).

Galán-Muros expuso las que, desde su experiencia, son las claves para tender puentes entre la academia y el sector privado. En tal sentido, explicó que la universidad e institutos de investigación pueden ofrecer a las empresas herramientas de innovación, pero que no solo pueden consistir en cambios de paradigma o tecnológicos, sino que también se debe traducir en valor, financiero y/o social, por lo que debe estar alineada con los objetivos estratégicos de todas las partes implicadas en la colaboración. Estas, explicó, son complementarias: mientras la universidad aporta el conocimiento científico, la empresa suma el conocimiento práctico.

Añadió que para la colaboración universidad-empresa, tres canales son los principales: la educación, donde se puede cooperar en el codiseño de currículas y la movilidad de los estudiantes al mercado laboral; la investigación, a través de consultorías, investigaciones conjuntas; y la valorización, que consiste en la comercialización de los resultados de la investigación y desarrollo y los emprendimientos que provengan del sector académico.

Entre los panelistas, Jesús Salazar, presidente del Comité de Plásticos de la Sociedad Nacional de Industrias (SNI), destacó que si bien es cierto las empresas son de una óptica más cortoplacista, orientada al retorno de su inversión, estas también necesitan una visión a largo plazo y ahí deben coincidir con la universidad y el Estado. En la misma línea, Orestes Cachay, rector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos —tercera en los principales ránquines de universidades de acuerdo con su publicación de artículos científicos— opinó que la innovación que provenga de una alianza empresa-universidad debe estar dirigida a solucionar algún problema social.

A su turno, Martín Reaño, gerente del Comité Textil y Confecciones de la SIN, ejemplificó lo anteriormente expuesto con el caso surcoreano en el rubro textil. Explicó que, si bien este no era un gran productor de textiles, como el Perú, es un centro de innovación desde el que se puede vislumbrar el futuro de la vestimenta, gracias al acercamiento universidad-empresa. Ignacio Montero, director de Relaciones Corporativas de la Universidad de Ingeniería y Tecnología, reiteró la necesidad de construir una relación de confianza y añadió que igual de necesaria resulta la empatía, a fin de que empresa y academia entiendan sus necesidades.

Cabe indicar que la Semana Nacional de la Innovación es el único encuentro multisectorial vinculado a la innovación, donde se congregan representantes de diversas instituciones del Estado, la academia y la empresa para facilitar la transferencia tecnológica que permita potenciar los distintos sectores productivos del Perú.